domingo, 1 de febrero de 2015

Recordando a Paco Lira


La primera Cuadra de Paco Lira estuvo muy cerquita del campo del Betis. Por todos era conocida como La Cuadra de Guadaira. Ya tenía la estructura que siempre conservó en las dos cuadras siguientes. Habitáculos para reuniones pequeñas, salones para reuniones grandes, tablao, barra y techos bajos de escayola, donde quedaban aquellos antiguos grafitis realizados con velas, ahumando el techo, donde se podían ver firmas, fechas, textos o dibujos. Me llevaron unos amigos. A Guadaira fui muy pocas veces. Era el comienzo de los años sesenta.

La segunda Cuadra estuvo en la Gran Plaza, justo en el solar que luego ocuparía La Ponderosa y una alta torre de viviendas. Allí no recuerdo haber ido.

Yo fui adicto a la tercera y última Cuadra, la de de Santo Domingo de la Calzada. Estuvo ubicada en el espacio que ahora ocupa la piscina del Hotel Los Lebreros. Paco Lira empezó siendo vecino del Betis y acabó siéndolo del Sevilla. He de decir que ambos temas le importaban más bien poco.
Allí las noches eran largas y los amaneceres, frecuentes. En los últimos tiempos eran normales las visitas de la policía para hacerle la vida imposible y obligarlo a largarse de allí, todo ello presionado por Rumasa, para construir el hotel. Pero su casa estaba dentro del recinto y ahí surgía el problema. A partir de las dos de la madrugada se cerraba el portalón y las reuniones más íntimas nos trasladábamos a su casa. Cuando llegaba la policía se mosqueaban porque el negocio estaba cerrado, pero él en su casa podía hacer lo que quisiese.

Recuerdo un viaje que hicimos juntos a Murcia para asistir a un festival de cine independiente donde me entregaban el premio a un documental. Se pasó todo el camino buscando una tasca de carretera para beber un bueno vino tinto de la tierra. Por fin dimos con una. Paramos y pedimos los tintos. Aquel buen hombre sacó una botella de Savin y nos puso las dos copas… No tuvimos más remedio que reírnos un rato…

En La Cuadra era fácil encontrarte o charlar con artistas, intelectuales, catedráticos, bohemios… Juan Diego, Antonio Núñez El Chocolate (aquel que decía que alguien tenía una mente “monstrual”…), Farruquito, Bambino de Utrera, La Chicharrona, Mª la Marrurra, una americana afincada en Sevilla que tocaba la guitarra fenomenalmente, Alfonso Eduardo, Alberto Fernández Bañuls, Dieguito de Morón…

Cuando monté “Medea la encantadora” (una Medea flamenca) de José Bergamín, necesité una pareja artística: un “bailaor” y una “cantaora”. Paco me los cedió. Manuel y Carmen Montoya, tía de Lole. Y allá que se vinieron al Festival de Sitges primero y luego al de Palma de Mallorca. Naturalmente no regresaron con nosotros a Sevilla. Allí encontraron trabajo rápidamente…

Cuando monté “El Retablo de Maese Pedro” de Manuel de Falla, necesité mobiliario medieval y él tenía banquetas, sillas y mesas de este estilo en “La Cuadra”.

-Tómalas, ahí las tienes. Llévate todo lo que quieras.

Fui con una furgoneta y me llevé media cuadra.

Empezó a dar conciertos de rock. Aquello era un éxito. Se volvió loco tirando tabiques para que cupiesen más personas… Recuerdo el de “Darwin Teoría”.

Paco era un luchar contra todo lo establecido, sin perder nunca el sentido del humor. Alguno de ustedes se habrá preguntado alguna vez por qué la compañía de teatro de Távora se llama “La Cuadra”. Pues porque Paco les cedió los salones para que realizaran allí sus primeros ensayos, los de “Quejío”…

Formábamos un trío muy curioso: Paco Lira, Juan Teba y yo. En cualquier sitio podían vernos juntos. Cuando Rumasa pudo con Paco Lira o a Paco Lira le interesó ceder en el juego, se vino a la Calle Amor de Dios donde montó una cosa parecida que llamó “El farol azul”. De esta época, ya los años 70, hablo en mi libro “Plaza del Duque”.

Por fin, Paco se mudó a la calle Levíes donde puso “La Carbonería”.

Pero esa ya es otra historia y otra época.

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