sábado, 7 de marzo de 2015

Recordando a Fito con cariño




Se celebró en Santa Clara el homenaje de la Casa de los Poetas a Rafael de Cózar.

Cuatro viejos amigos de Rafael de Cózar abrieron en el Espacio Santa Clara las jornadas organizadas en su memoria por la Casa de los Poetas y las Letras de Sevilla con la colaboración de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) y la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. En el primero de los dos días y bajo el epígrafe Apuntes para un retrato, se celebraron dos mesas redondas. En la primera de ellas, moderada por el director de la Casa de los Poetas, José Daniel M. Serrallé, y titulada La amistad letraherida, tres poetas, Antonio Hernández, Jesús Fernández Palacios y Francisco Vélez Nieto, y al actor Juan Diego, unido al homenajeado por el vínculo común con Bormujos, trazaron sendas semblanzas personales del poeta, narrador, ensayista, artista y catedrático de Literatura fallecido el pasado 12 de diciembre a los 63 años.

Al final de la mesa redonda, su viuda y última mujer, Natalia Turrión, presente en el acto, tomó la palabra para agradecer el cariño expresado tanto a ella como por supuesto a Fito, como era conocido por sus amigos y en los bares que frecuentó como una de las bellas artes. "Lo estoy pasando mal como podréis imaginar, porque esto ha sido un drama, un verdadero drama", dijo Turrión antes de compartir con los asistentes una carta escrita en enero de 1989 por Rafael Montesinos. La leyó Juan Diego, con tanta emoción y temblor como los dos poemas que había leído antes en su intervención: Insomnio, de Cózar, y Alejandría, 641 A.D., de Jorge Luis Borges, con el que evocó hermosamente las fatales circunstancias en las que murió el escritor, mientras trataba de salvar su biblioteca del fuego que se originó en su casa de Bormujos. En esa carta de Montesinos, éste elogiaba uno de los poemarios de Cózar, Ojos de uva, que le pareció al poeta sevillano "un libro auténtico, muy bello, y tristísimo, algo así como Chopin al oído, en una habitación lejana".

Antes, Antonio Hernández había recordado que Cózar "era mucho más que su corazón y su máscara", pues era "también una cabeza prodigiosa" que comprendió que "la insurrección mental es el más santo, o diabólico, de los deberes de un escritor"; Vélez Nieto leyó algunos de los versos preferidos de una persona a la que admiró durante 40 años, "más de media vida"; y Fernández Palacios, impulsor junto a José Ramón Ripoll y al propio Cózar del grupo poético Marejada en Cádiz, habló de las 66 cartas manuscritas que conserva del último, las mismas que releyó como "una oración" cuando le golpeó la mala noticia desde el Aljarafe. En ellas, escritas entre 1972 y 1986, un joven Cózar que muchas veces se dirigía a él como "querida maricona" le hablaba de la mili, de sus correrías en la universidad, sus primeros años en Sevilla y sus viajes epifánicos a Londres, de sus aventuras eróticas y de Holanda, Italia o Estados Unidos, que en estas cartas no eran exactamente los países, sino los nombres con los que "el sinvergüenza se refería a sus amantes" por sus lugares de origen.

Natalia Turrión era, claro, España. "Y Fito acabó siendo el más patriota", bromeó el escritor y periodista Alejandro Luque, uno de los participantes en De Cádiz a Sevilla: placeres, días y lecturas, la segunda mesa redonda, dedicada a la faceta más literaria de Cózar, en quien como recordó Luque podría haber pensado perfectamente Fernando Villalón cuando dijo aquello de que "el mundo se divide en dos partes, Sevilla y Cádiz". "Sin solemnidad, que no le habría gustado", como dijo el también escritor y periodista de Diario de Sevilla Francisco Correal, esta segunda parte se centró en la reivindicación de la idea de que Cózar merece ser recordado también "por su obra", la cual "se ha leído poco y mal", para el escritor y editor José Manuel García Gil. Seguramente, apuntó Juan José Téllez, porque su "humanismo ubérrimo" y su "gigantesca vitalidad" se impusieron, y la persona eclipsó al autor. Todos ellos, junto a Julio Manuel de la Rosa, realizaron un recorrido por su poesía (Ojos de uva, Los huecos de la memoria, Cronopoética...) y su narrativa (la novela El corazón de los trapos o los relatos de Bocetos de sueños). "No fue nunca epígono de nada, sino locomotora de sí mismo -resumió Téllez-: ¿Que fue, si quieren, cabeza de ratón? Puede ser... pero qué cabeza, y qué ratón".

Rafael Valencia, Jesús Vigorra, Rosa Díaz, Antonio Molina Flores y como moderadora Lale González-Cotta (Huellas, recuerdos y versos), y José Ramón Ripoll, Pablo del Barco, Rafael Adolfo Téllez y Víctor Jiménez (Poemas para Rafael de Cózar) participaron en la segunda y última jornada del homenaje a este queridísimo "easy rider" -como lo llamó también Téllez- para el que la mejor literatura fue siempre la vida.

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